A Good Day to Die Hard tiene una aceptable trama (el hijo de John reaparece después de su breve e infantil cameo en la primera, ya crecido y como un agente de la CIA), pero está llena de efectos por computadora (sobre todo los tiroteos) que no terminan de convencer, una sucesión de escenas de acción filmadas a lo Bourne (o mejor dicho, mal filmadas, a lo Quantum of Solace), un director totalmente inadecuado (John Moore, director de la aceptable Detras de las Líneas Enemigas y la fallida Max Payne, a años luz por debajo de sus predecesores, hasta de Len Wiseman) y sobre todo, un McClane al que se le notan los años. No tiene un villano carismático y definido como lo eran los hermanos Gruber, ni siquiera como el coronel Stuart o el nerd Thomas Gabriel (siempre quise saber si el escritor de la película jugó al FIFA 94). No tiene ni una escena realmente memorable, y termina pareciéndose a cualquier película de acción mediopelo que pudiera salir por estos días. Se salvan Jai Courtney como el hijo, el muchacho tiene potencial como figura de acción, y la rusa Yuliya Snigir, por cuestiones meramente estéticas. El mismo Willis, fuera de algunas escenas, termina haciendo de Bruce (como viene haciendo últimamente) en vez de un ícono como John McClane.
En una escala de 1 a 10, a duras penas araña cuatro cartuchos de escopeta medio húmedos.
The Last Stand marcó el regreso a los protagónicos de Arnold Schwarzenegger, diez años después de Terminator III, la última que protagonizó antes de volverse gobernador de California. En medio, pueden contarse cameos en La Vuelta al Mundo en 80 Días, El Tesoro del Amazonas y los Expendables, antes de oficialmente volver a tener un papel considerable en el reparto de la secuela de la de Stallone.
El renegado austriaco cayó en manos de un competente director (el coreano Kim Jee Woon) y un argumento que le cae redondo al avejentado Arnie: el cincuentón sheriff de un pueblito que debe detener al líder de un cartel mexicano.Todo en formato de western moderno que termina dando resultado. Apoyado por un reparto variopinto con actores quemados como Peter Stormare y Forest Whitaker, la bonita Jaimie Alexander, Luis Guzman en plan actionman, el español Eduardo Noriega, quien fue el Che de Steven Soderbergh y tuvo varios arrumacos con Leonardo Sbaraglia en Plata Quemada, y hasta el insufrible Johnny Knoxville en una sorprendentemente no irritante actuación, Arnold termina dejando una aceptable imagen, sobre todo en las escenas de acción. No es Comando, mucho menos Predator, pero entretiene al por mayor.
En la misma escala de la anterior, se lleva 6 tiras de municiones impecables para un cañon Gatling.
Con Bullet to the Head, Sylvester Stallone sale del marco de los Expendables para reacomodarse solo en un género familiar para él como el de la acción. Con un director por demás capaz como Walter Hill, un villano de los de antes encarnado por Jason Momoa (el Kral Drogo de Juego de Tronos, y con holgura, lo mejor de la última Conan), Sly encarna a un asesino a sueldo que debe hacer dupla con un policía, lejos del tono cuasi-cómico de la 48 Horas de Hill o de otras buddy movies. Un personaje oscuro y siempre con gesto adusto, el Bobo (si, se llama así) de Silvestre reparte duro y parejo. La película cumple con holgura, con cierto tufillo ochentoso que la hace imperdible.
Del 1 al 10, se lleva 8 balas para la magnum .44 de Harry el Sucio.
No vi la de Stallone. The Last Stand me pareció muy entretenida, pero la última Duro de Matar fue dura de mirar, muy aburrida. Un abrazo.
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